Desde hace mucho tiempo, peinar y cepillar el cabello era un acto cargado de notas mágicas.
El peine, además de considerarse un símbolo de realeza, fue utilizado en la magia para desenredar el mal, al tiempo que se le otorgaba la propiedad de proteger contra el mal de ojo, pues el pelo se sabe que tiene cierta sensibilidad para ser aojado fácilmente, y el hecho de cepillarse el pelo, expulsaba esa mala energía.
Antiguamente, durante los rituales amorosos se le ofrecía en el Altar un peine a Venus. Eran muchos los conjuros relacionados con el pelo y el peine.
Uno de ellos era el que se realizaba para asegurarse la fidelidad de la pareja, que consistía en atar algunos cabellos a los de la pareja. Se cree que si este conjuro se repite tres veces durante la Luna Llena, visualizando a la pareja feliz, la fidelidad está asegurada.
Trenzar o recoger el pelo llegó a ser una práctica común para anular los efectos negativos que se dirigían hacia la persona. Por esta razón, era frecuente que las mujeres durante un rito de protección, se recogieran el cabello con moños o trenzas.