Durante la Edad Media tanto los magos como los adivinos, alquimistas y cabalistas veneraban tanto esta palabra, que ha quedado legitimada a lo largo del tiempo como la palabra mágica por excelencia. Si bien es cierto, que eran pocos los que conocían realmente su auténtico significado.
La primera mención conocida del Abracadabra fue en el siglo II en un libro llamado Liber Medicinalis creado por Serenus Sammonicus, médico del emperador romano Caracalla, quien prescribió que los enfermos de malaria llevasen un amuleto que contenía la palabra escrita en forma de triángulo. El poder del amuleto, explicó, hace que las enfermedades letales desaparezcan.
El enfermo o alguien en su nombre tenía que recitar la fórmula tal y como se escribe. A medida que la fórmula se reducía la fiebre bajaba. Seguidamente el enfermo tenía que llevar el amuleto encima, hasta su completa curación.
En casos graves se mandaba escribir la palabra mágica en un papel que más tarde se daba a comer al enfermo.
No se sabe con certeza su procedencia aunque existe una hipótesis de que su nombre proviene del hebreo, de la expresión Abreq ad habra, cuya traducción literal significa: Envía tu fuego hasta la muerte. Esta versión es una clara alusión al Sol, para que siga enviando sus rayos solares a la Tierra, hasta que esta se extinga o desaparezca del Universo.
Cabe destacar que los Magos utilizaban unas tablas de valoraciones de letras para realizar sus cálculos, cuya procedencia era siria y persa. Según esas tablas la palabra Abracadabra es en realidad un símbolo del milagro, pues los valores de sus letras siempre suman 365. Y este es el número del Sol.
También es probable que la palabra Abracadabra, derivara del caldeo Abbada Ke Dabra, cuya traducción podría ser: Perece como la palabra. Es obvio que las prácticas mágicas de los pueblos se fundían, debido al tráfico constante que había entre ellos. Tanto los babilonios, como los asirios, egipcios o fenicios mantenían relaciones comerciales entre ellos. Los fenicios que eran los que solían hacer viajes más largos hacia otros países, pudieron ser los mayores responsables de esta fusión de creencias mágicas. Este talismán debe realizarse con una aleación de los siete metales planetarios tradicionales.
En una de sus caras se puede ver la cruz de San Benito y tres bustos o figuras de medio cuerpo. Estas serán una reina de cabello largo y sin corona, un rey coronado, y a la derecha un bufón con un tocado de cascabeles. Los tres en actitud seria y con mirada al frente.
Supuestamente, vendrían a representar la belleza, el poder y la alegría, puesto que este talismán es apropiado para atraer la buena suerte, ganar en juegos de azar, poder realizar largos viajes sin sufrir imprevistos desagradables, triunfar en el amor y lograr con éxito los objetivos.